No es posible dejar de oír voces, aunque solo sea un momento, silencio por un solo momento.
Tenemos la necesidad imperiosa de comunicarlo todo a través de sonido, pitidos, sirenas, avisos sonoros y la voz, que mas que "voz" son gritos. Gritos para decir: ¡estate quieta! (después de haber dicho en bajito treinta veces por favor), gritos para trabajar, ya que el ruido es más fuerte que la voz, gritos para conducir. No me gustan los gritos y no puedo evitar darlos.
Un momento de silencio sería ruido para los que estamos acostumbrados a los pasos del vecino de arriba, al cantante de las dos de la madrugada, al ladrido del perro solitario, al sonido que sale de la boca de aquella persona que su intención no es ofenderte, pero lo hace, a todo lo que es ruido.
Necesito que las voces se vuelvan susurros, dulces susurros.
sábado, 2 de agosto de 2008
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